Llegué a conocer algunas ciudades del norte del Perú, pero... siempre extrañaba a la familia, al terruño y sus costumbres, los objetos materiales que dejaba y a los amigos y colegas del arte pero, lamentablemente, esta situación me hacía volver TODO A CERO: experiencias, aprendizajes, propósitos y motivación… volvía a una ciudad a la que amo y odio a la vez, a una ciudad donde di todo lo mejor de mí: como artista y como productor, pero cuyas autoridades y también el público, me dieron y aún me dan la espalda… volvía a esta “isla” que corroe, que amodorra, que inclusive “ensucia” el alma libre del artista viajero, del libre pensador… una urbe, cuyas autoridades se encargan en destruir: gestión tras gestión.
Hace 20 años atrás, ciudades como Tarapoto o Pucallpa, eran consideradas como “chacritas” al lado de la vanidosa, “europeizada”, ilustre e histórica Capital de la Amazonía: la mal llamada “Isla Bonita”. Mas, hoy por hoy, estas ciudades, vienen experimentando un crecimiento apoteósico: en infraestructura y sobre todo, a nivel cultural y turístico, siendo, hoy en día, sedes de importantes eventos culturales, mostrando impresionantes circuitos turísticos y convirtiéndose en destinos OBLIGADOS para propios y extraños. Sólo nos queda recordar con nostalgia, épocas de gloria: del boom cauchero, del Teatro Alhambra, concertinas, de FICAS, de mucha actividad cultural y artistas internacionales recorriendo sus calles… ahora, esas mismas calles, están destruidas y mal pavimentadas; tenemos barrios enteros que se inundan ante una ligera lluvia y, para colocar la cereza en bizarro pastel: lucimos un colosal y costoso puente que nos lleva: a una huerta en Santo Tomás.
“Te amo… por eso te dejo”, es lo que logro leer en un meme de Facebook y es lo que haré: 20 AÑOS DESPUÉS. Sé que no es tarde, sé también que no será fácil pues, ya no soy aquel joven guapo, dinámico, con cabello y lleno de energía de hace 20 años atrás, que tenía todas las oportunidades y las puertas abiertas a donde iba, pero, en mi defensa, aún mis sueños están intactos, mi humilde talento artístico se encuentra más sólido que antes y mis metas, día a día, las tengo claras, pese a los inclementes años que se llevaron juventud, encanto, cabello y algo de mi energía, dejando huesos sonoros y grasa abdominal. Me tocará quemar mis naves, al mismo estilo de Alejandro Magno, para no tener la eterna “excusa” de volver al terruño, de deshacerme de esas cómodas sillas en el camino de las que habla Silvio Rodríguez y poder seguir un interminable viaje para nunca más volver… para al fin, poder ser libre y crecer.
Carlos Robalino
Iquitos, 13 de noviembre del 2021
11:21 p.m.